Josafat, cuyo significado en hebreo es «Dios es mi juez», desempeñó un papel crucial en la conversión de Lituania al catolicismo en una época en la que la religión estaba bajo la influencia de los cismáticos ortodoxos que no reconocían la autoridad del Sumo Pontífice. Sin embargo, su lucha por la aceptación del catolicismo entre sus compatriotas fue marcada por el derramamiento de su propia sangre.
Nacido en 1580, Josafat provenía de una familia católica devota. Su madre le inculcó la práctica de contemplar el crucifijo y reflexionar sobre el sufrimiento de Jesucristo, lo que le inspiró a dedicar su vida a hacer amar más a Nuestro Salvador.
En su juventud, trabajó como asistente de un comerciante de telas, dedicando sus momentos libres a la lectura de textos religiosos. Aunque al principio esto molestaba al dueño del almacén, quien finalmente reconoció la mejora en la conducta y diligencia del joven, ofreciéndole matrimonio con su hija y herencia. Josafat rechazó amablemente estas ofertas, optando por buscar una herencia celestial y dedicarse a la vida religiosa.
Bajo la guía de dos santos sacerdotes jesuitas, Josafat ingresó al monasterio de la Santísima Trinidad en Vilna en 1604, dirigido por los monjes basilianos. Su amigo y sabio confidente, Benjamín Rutsky, también se unió al monasterio.
En 1595, los líderes ortodoxos de Lituania consideraron la posibilidad de unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero enfrentaron oposición violenta de los fanáticos ortodoxos. Josafat se convirtió en un incansable defensor de la unión, enfrentándose a críticas y siendo apodado «ladrón de almas» por los enemigos de la religión.
Nombrado superior del monasterio en Vilna, Josafat demostró paciencia y prudencia al ganarse a monjes ortodoxos y antirromanos. Sus consejos sabios y su habilidad diplomática convencieron a muchos de la verdad de la Iglesia Católica.
En 1617, fue designado arzobispo de Polotsk, encontrando su arzobispado en un estado de abandono. Josafat se dedicó a la reconstrucción de templos y a la mejora del comportamiento de los sacerdotes. A pesar de enfrentar desafíos y disturbios debido a su posición enérgica contra los vicios y malas costumbres, transformó su arzobispado en un ejemplo de virtud y devoción.
En 1623, al enfrentar la rebelión en Vitebsk, Josafat optó por la reconciliación en lugar de llevar una escolta militar. A pesar de ser recibido con insultos y violencia, proclamó su disposición a dar su vida por el bien de todos y murió a manos de sus opositores el 12 de noviembre de 1623.
San Josafat Kuntsevych fue canonizado por la Iglesia Católica y declarado Patrón de los que trabajan por la unión de los cristianos. Su vida y sacrificio son recordados como un testimonio de su dedicación a la fe y a la búsqueda de la unidad entre las iglesias.
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