Cuando me casé, nunca imaginé que también estaba diciendo sí a la infertilidad, al aborto espontáneo, la pérdida y el duelo.
El aborto espontáneo no era algo que se discutiera en nuestras clases de preparación matrimonial, en el retiro pre-cana, ni en los planes de boda. No sabía que una de cada cuatro mujeres sufre un aborto espontáneo o que una de cada cinco luchará por concebir.
Ahora, celebrando nuestro octavo aniversario de bodas, estábamos lamentando la pérdida de nuestro quinto bebé. Con corazones rotos, mi esposo y yo aprendimos algunas formas prácticas de sanar.
Nombre a su bebé. Cada vida es única y tiene un valor incalculable. Nombrar a su bebé reconoce su existencia y lo coloca en manos de Dios, pidiendo su intercesión.
Honre su vida. Puede haber un servicio fúnebre o de bendición, como el de «Bendición de los padres después del aborto espontáneo o mortinato.»
Oren juntos. Aun en el dolor, abran sus corazones a Dios. Puede ser difícil, pero oren con su pareja, participen en la adoración, o hagan una peregrinación juntos.
Recuerden su vida. Nunca olviden a los hijos que ya no están. Mantengan su memoria viva compartiéndola con otros hijos y marcando el aniversario de su partida.
Dedíquense tiempo el uno al otro. El duelo puede ser diferente para cada uno, pero es vital comunicarse, entender las necesidades mutuas, y fortalecer el matrimonio.
Busquen ayuda profesional. No teman buscar guía de un director espiritual, consejero o médico confiable.
El dolor es real, pero Dios desea sanar sus corazones y matrimonio. No están solos; su mano amorosa les brindará consuelo.
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