“Hermano, siervo de Dios, practica la religión” (cf. 1 Tim 6,11). Con estas palabras del Evangelio, San Juan Pablo II se dirigió a un grupo de sacerdotes mártires, miembros de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, durante su beatificación el 1 de octubre de 1995. Este llamado a vivir una vida de fe y devoción resuena especialmente en la vida del Beato Martín Martínez Pascual, cuyo compromiso con la formación sacerdotal y la catequesis sigue siendo un ejemplo para todos los cristianos.
Infancia y Juventud
Martín Martínez Pascual nació el 11 de noviembre de 1910 en Valdealgorfa, un pequeño pueblo de la provincia de Teruel. Sus padres, Martín Martínez Callao y Francisca Pascual Amposta, eran personas profundamente religiosas que inculcaron en sus tres hijos los valores de la fe cristiana. Fue bautizado al día siguiente de su nacimiento en la iglesia de Nuestra Señora de la Natividad, recibiendo el nombre de Martín en honor a su padre.
Desde muy joven, Martín mostró un espíritu travieso y alegre, disfrutando de largas jornadas de juego con sus amigos. A los nueve años, comenzó a servir como monaguillo en el convento de las Hermanas Clarisas, donde desarrolló un profundo amor por la adoración al Santísimo Sacramento. Este amor por la Eucaristía y el ejemplo de las religiosas probablemente influyó en su decisión de seguir el camino del sacerdocio, una vocación que expresó a sus padres desde temprana edad. Un amigo de la infancia lo recuerda como un niño muy piadoso, que animaba a los demás a ser buenos y rezaba con ellos.
Vocación Sacerdotal
A medida que Martín crecía, también lo hacía su deseo de convertirse en sacerdote. Aunque sus padres esperaban que siguiera una carrera en la Guardia Civil, él se mantuvo firme en su decisión de consagrar su vida a Dios. Fue apoyado por el párroco de Valdealgorfa, Don Mariano Portolés Piquer, un sacerdote muy querido en el pueblo que ayudó a guiar las vocaciones religiosas de muchos jóvenes.
Martín ingresó en el Seminario Menor de Belchite, Zaragoza, donde continuó su formación religiosa. Al principio, era un seminarista más, destacando por su obediencia y dedicación a los estudios. Sin embargo, su enfoque cambió cuando comenzó a estudiar filosofía y se inspiró profundamente en la obra «Historia de un alma» de Santa Teresita del Niño Jesús. Su alegría contagiosa y su devoción al Santísimo Sacramento lo convirtieron en un ejemplo para sus compañeros seminaristas.
Sacerdocio y Martirio
En 1934, Martín solicitó ingresar en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, una congregación fundada por el Beato Manuel Domingo y Sol con el propósito de formar sacerdotes santos y comprometidos con la evangelización. Aunque su familia tenía reservas sobre su decisión, finalmente apoyaron su ingreso.
Martín fue ordenado sacerdote el 15 de junio de 1935 en Tortosa y comenzó su ministerio en el Colegio de Vocaciones de San José en Murcia. Allí, se destacó como formador y profesor de latín, ganándose el respeto y la admiración de sus alumnos y superiores. Sin embargo, su vida pastoral fue interrumpida por la Guerra Civil Española.
En julio de 1936, el clima político en España se volvió cada vez más peligroso para los sacerdotes. A pesar de la amenaza inminente, Martín continuó confiando en la Providencia y se mantuvo firme en su fe. Fue arrestado en agosto de 1936 por su condición de sacerdote y, después de un breve encarcelamiento, fue llevado a la muerte. En sus últimos momentos, Martín mostró una serenidad y una valentía extraordinarias, perdonando a sus verdugos y proclamando su fe en Cristo Rey antes de ser fusilado.
Beatificación
El martirio de Martín Martínez Pascual y otros ocho Sacerdotes Operarios Diocesanos fue reconocido por la Iglesia, y fueron beatificados por San Juan Pablo II el 1 de octubre de 1995. Aunque estos mártires no murieron juntos ni en el mismo lugar, su sacrificio compartido por la fe unificó sus causas en la beatificación.
El testimonio del Beato Martín Martínez Pascual sigue siendo una fuente de inspiración para todos los cristianos, recordándonos la importancia de la fe, la devoción y la valentía en la vida cristiana.
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