Hoy celebramos a San Emigdio, Mártir y Obispo, cuyo legado ha perdurado a lo largo de los siglos, especialmente como protector contra los terremotos. Su veneración es profunda en Italia, pero también ha ganado gran popularidad en ciudades como Los Ángeles y San Francisco, donde los movimientos sísmicos son frecuentes y la gente busca su intercesión.
San Emigdio nació en Treveris, Alemania, en el siglo III, en una época de gran agitación y persecución para los cristianos. Tras su conversión al cristianismo, sintió un profundo llamado a servir a Dios y decidió trasladarse a Roma, donde la fe cristiana estaba floreciendo pese a las adversidades. Fue durante el pontificado del Papa San Marcelo I que San Emigdio mostró un extraordinario fervor por la fe: en un acto de valentía, entró en un templo pagano y derribó la estatua del dios Esculapio, un acto que provocó la furia de los paganos locales.
Para protegerlo de las posibles represalias, el Papa Marcelo I lo ordenó sacerdote, lo consagró obispo y lo envió a evangelizar la región de Ascoli Piceno, en Italia. Allí, San Emigdio se dedicó incansablemente a la misión de propagar la fe cristiana. Su labor evangelizadora fue muy exitosa, logrando numerosas conversiones y fortaleciendo la comunidad cristiana en una época en la que ser cristiano significaba enfrentarse a grandes peligros.
San Emigdio no solo fue un obispo ejemplar, sino también un mártir. Su dedicación a la fe lo llevó al martirio, un testimonio final de su amor por Cristo y su compromiso inquebrantable con la misión que se le había encomendado. Tras su muerte, comenzó a ser venerado como santo, y su fama de santidad se extendió rápidamente, sobre todo por la creencia de que su intercesión protegía a las personas de los terremotos.
Uno de los episodios más notables que reforzaron esta devoción ocurrió en 1703, cuando un fuerte terremoto sacudió Ascoli Piceno. Los habitantes de la ciudad, habiendo rezado fervorosamente a San Emigdio, vieron cómo sus hogares se mantenían en pie mientras otras ciudades cercanas sufrían graves daños. Desde entonces, San Emigdio ha sido considerado un poderoso protector contra los desastres naturales, y su intercesión es solicitada especialmente en momentos de temblores y terremotos.
Hoy, San Emigdio sigue siendo un símbolo de fe, valentía y protección. Su historia nos recuerda la importancia de la fortaleza espiritual y la confianza en la divina providencia, especialmente en tiempos de adversidad. Que su ejemplo nos inspire a vivir con el mismo coraje y a buscar siempre la paz y la seguridad bajo su protección. 
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