Nació en Caleruega (España), alrededor del año 1170. Estudió teología en Palencia y fue nombrado canónigo de la Iglesia de Osma. Con su predicación y con su vida ejemplar, combatió con éxito la herejía albigense. Con los compañeros que se le adhirieron en esta empresa, fundó la Orden de Predicadores. Murió en Bolonia el día 6 de agosto del año 1221.
Santo Domingo de Guzmán fue un hombre emprendedor, predicador infatigable, fundador y organizador de la Orden de Predicadores. Fue un hombre sencillo con una profunda vida interior, de gran ecuanimidad y compasivo.
Domingo de Guzmán dejó un testamento de paz, como herederos de lo que fue la pasión de su vida: vivir con Cristo y aprender de Él la vida apostólica. Configurarse con Cristo, esa fue la santidad de Domingo: su ardiente deseo de que la Luz de Cristo brillara para todos los hombres, su compasión por un mundo sufriente, llamado a nacer a su verdadera vida, su celo en servir a una Iglesia que ensanchara su tienda hasta alcanzar las dimensiones del mundo.
Conozcamos sobre la Iconografía de Santo Domingo:
Normalmente se representa a los santos con símbolos que son indicativos de sus principales características. Santo Domingo de Guzmán está representado frecuentemente con un báculo en su mano derecha, de la que cuelga un guión con el emblema de la Orden de Predicadores junto con el rosario, y un perro con una antorcha encendida. Frecuentemente se añaden una lila blanca en su mano izquierda y una estrella en su frente. Todo ello se refiere a aspectos o sucesos de la vida de Santo Domingo. Veamos su significado.
La Estrella
Se nos dice en la misma Leyenda que durante el bautismo de Domingo apareció una estrella sobre su frente. Por medio de su vida y predicación, Domingo fue como un faro guiando almas hacia Cristo. Desde sus años de estudiante en Palencia, España, donde vendió sus valiosos libros para conseguir dinero para ayudar a los pobres que estaban sufriendo por una gran sequía, y donde llegó a ofrecerse él mismo a ser vendido como esclavo para redimir a cristianos cautivos por los Moros, a aquella noche, en un viaje a Dinamarca, que pasó en conversación con el hospedero hereje, atrayéndole por fin otra vez a la fe verdadera, a su etapa en el Languedoc, donde pasó los mejores años de su vida, hasta su enseñanza y predicación, hasta la fundación de su Orden, Santo Domingo fue siempre una estrella brillante que atrajo almas perdidas a Cristo.
El Rosario
El Rosario es el último de los atributos iconográficos añadidos a Santo Domingo; desde su aparición en el arte cristiano, hasta nuestros días, es su símbolo inseparable. Suelen presentar a Santo Domingo con el rosario en la mano, colgado del cinturón, recibiéndolo de la Virgen o entregándoselo; incluso colgado del cuello de santo.
Este atributo nace sin ninguna vinculación a las fuentes hagiográficas. Arranca de una leyenda medieval, posiblemente de la época en que Domingo predicaba en los alrededores de la aldea de Prulla, en Francia. Los artistas cristianos han asumido de la tradición popular el atributo iconográfico y lo han aplicado a Santo Domingo, propagando la idea de que la Virgen se le apareció con un rosario en la mano y le encomienda su rezo y su difusión. Aunque históricamente nada se sabe de tal aparición, sí es manifiesto su amor ferviente a María, así consta en los testimonios para su canonización y en sus primeros biógrafos.
La utilización del atributo rosariano por parte de los artistas, debe conectarse con la propagación de la plegaria mariana a través de la fundación de las Cofradías y Hermandades del Rosario. Entre los dominicos que más contribuyeron a la difusión de esta devoción y plegaria mariana están Alano de Rupe (1418-1475) y Santiago Sprenger (1436-1495).
La azucena
Exite una bellísima descripción de la azucena como símbolo de pureza que nos puede ayudar a entender su significado en las manos de Santo Domingo:
La pureza es comparada con la azucena blanca de los campos. ¡Cuántas veces han descansado tus ojos en su blanco cáliz, deleitándote con su dulce aroma! Hay tres cosas que distinguen a esta preciosa flor de las demás. La azucena se yergue como una princesa; su limpia corola celosamente tiende a abrirse solo a los ojos del sol brillante y las estrellas, luchando por distanciarse de la sórdida tierra para elevar toda su fragancia a los cielos. La azucena es extremadamente sensible. Una mota de polvo es suficiente para ensuciar su blancura, y esto es precisamente lo que la convierte en inimaginablemente bella. La azucena expide un aroma tan delicado y encantador que perfuma todo lo que está a su alrededor. ¡Así es el perfume de un alma pura!
El amor por la pureza de Domingo fue tan perfecto que en su lecho de muerte, al hacer una Confesión pública en frente de sus hermanos, pudo decir: «Gracias a Dios, cuya misericordia me ha conservado en perfecta virginidad hasta este día; si deseáis guardar la castidad, evitad todas las conversaciones peligrosas y vigilad vuestros corazones». Y entonces, sintiendo remordimiento, dijo a Fray Ventura, Prior de Bolonia: «Padre, temo que he pecado hablando de esta gracia delante de los hermanos». La pureza de su alma y el deseo de que sus hijos le imitasen le llevaron a hacer esa revelación.
El perro
La Leyenda (primera biografía de Santo Domingo) narra una visión que su madre, la Beata Juana de Aza, tuvo antes de que Santo Domingo naciera. Soñó que un perrito salía de su vientre con una antorcha encendida en su boca. Incapaz de comprender el significado de su sueño, decidió buscar la intercesión de Santo Domingo de Silos, fundador de un famoso monasterio Benedictino de las cercanías. Hizo una peregrinación al monasterio para pedir al Santo que le explicara el sueño. Allí comprendió que su hijo iba a encender el fuego de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación. En agradecimiento, puso a su hijo por nombre Domingo, como el santo de Silos. Es un nombre muy apropiado, por cuanto Domingo viene del Latín Dominicus, que significa «del Señor». De Dominicus (Domingo) viene Dominicanus (Dominico, que es el nombre de la Orden de Santo Domingo). No obstante, utilizando un juego de palabras, se dice que Dominicanus es un compuesto de Dominus (Señor) y canis (perro), significando «el perro del Señor» o el vigilante de la viña del Señor)
En su carta Domingo del 4 de Febrero de 1221 a todos los obispos de la Iglesia recomendando la Orden de Santo, el Papa Honorio III dijo que Domingo y sus seguidores habían sido «nombrados para la evangelización del mundo entero». Y en otra carta, esta vez dirigida a Domingo (18 de Enero de 1221), el Papa les llamaba pugiles fidei (caballeros de la fe, defendiéndola contra todo el que se oponga a ella). Esto es lo que Domingo hizo durante toda su vida, defender la fe con el ejemplo de su vida y con su predicación incesante contra los herejes del Languedoc en el sur de Francia, y con su deseo de ser misionero entre los no-cristianos.
El libro
En algunas representaciones, Santo Domingo sostiene un libro en su mano derecha. El libro representa la Biblia, que era la fuente de la predicación y espiritualidad de Domingo. Era conocido como el Maestro Domingo por el grado académico que obtuvo en la universidad de Palencia, España. Sus contemporáneos nos dicen que en sus viajes por Europa siempre llevaba consigo el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Esto hace referencia a la visión que tuvo en una de sus noches de vigilia. Mientras Domingo oraba, los Santos Pedro y Pablo se le aparecieron. San Pedro llevaba consigo el Evangelio, y Pablo sus Cartas, con este mensaje: «Ve y predica, porque has sido llamado para este ministerio». Esta visión le reafirmó en su vocación de continuar siendo un «Predicador Itinerante», no solo en el sur de Francia sino también en todo el mundo por medio de su Orden, la «Orden de Predicadores».
A veces, sobre el libro hay una iglesia. Esta iglesia representa la Basílica Laterana, la «Madre Iglesia» universal.
Santo Domingo tuvo que enfrentarse con muchos obstáculos legales para que el Papa aprobara su nueva Orden. De acuerdo con la leyenda, el Papa Inocencio III, Santo Domingo y San Francisco tuvieron un sueño. Cada uno de ellos vio que la Basílica Laterana estaba comenzando a derrumbarse, y a dos frailes, uno en hábito blanco y el otro en un hábito marrón, colocándose ellos mismos como columnas para evitar el colapso total. Domingo se reconoció a sí mismo como el fraile del hábito blanco, pero no sabía quién era el otro fraile. De igual modo, Francisco de Asís se reconoció a sí mismo como el fraile del hábito marrón, pero desconocía quién era el del hábito blanco. Para Inocencio III el sueño era un rompecabezas y un misterio. El día siguiente, cuando Domingo iba a ver al Papa sobre la aprobación de su Orden, se encontró a un fraile joven vestido con un hábito marrón. Mirándose mutuamente, cada uno reconoció al otro como el compañero que ayudaba a soportar la Basílica Laterana, y se abrazaron en medio de la calle. Después fueron juntos a ver al Papa, y éste comprendió inmediatamente el significado de su sueño: «Las Órdenes de estos dos gran hombres serán como columnas que salvarán a la Iglesia de su destrucción».
El bastón y el cuchillo
Derivando de los atributos iconográficos aludimos, aunque sea de paso, a estos dos elementos añadidos al santo, que no todos los artistas los recogen.
El bastón aparece como elemento iconográfico en la miniatura última de los modos de orar, en la escena en que aparece Domingo como peregrino. Pero no persiste continuamente en la iconografía dominicana. Hay testigos, para la causa de canonización que dicen: A Domingo llevaba siempre un bastón consigo.
En el Convento de San Doménico de Bolonia, entre las reliquias de Santo Domingo, conservan un bastón con empuñadura rematada por un travesaño pequeño en forma de T. La reliquia se encuentra revestida de láminas de plata, y lleva en su parte frontal una inscripción grabada: A de ferula sancti Dominici patriarchae.
La iconografía cristiana lo ha recogido como propio y típico de los peregrinos y se lo asigna a Domingo en época medieval, gótica y renacentista. Después desaparece totalmente.
El cuchillo, en manos de Domingo, es el utensilio personal más extraño de todos. Algunos artistas se lo cuelgan del cinturón. No se le ha dado ningún sentido iconográfico especial, como pueda ser el martirial, sino simplemente el de la utilidad personal. Aparece en muy pocas imágenes.
fuente: dominicos.org
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