El último Domingo de Adviento marca la antesala a la celebración navideña. En este año, el 24 de diciembre nos encuentra, coincidiendo con la víspera del día de Navidad (¡Hoy es Nochebuena!). Fijemos nuestra atención en lo que está por acontecer y dejemos atrás todo lo que ha quedado en el pasado.
En esta familiar plegaria, encenderemos la cuarta y final vela de la corona, simbolizando el término de la espera; el Señor está a punto de llegar, trayendo consigo la alegría de la paz. Por lo tanto, oremos junto a María, reconocida como la «Morada de la Luz», y solicitemos la gracia necesaria para acoger al Niño Jesús con amor y humildad. Que María sea quien nos haga recordar que «…la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros» (Jn 1, 14).
Antes de iniciar la oración
Se sugiere ubicar la corona de Adviento en un sitio especial de la casa, alrededor del cual todos los miembros de la familia puedan reunirse. Junto a la corona, se puede colocar una imagen de la Virgen, procurando iluminar el entorno con una luz cálida, no muy intensa, que propicie el espíritu de recogimiento.
Es necesario designar un MONITOR principal, que puede ser el padre o la madre, para dirigir la oración; así como nombrar un LECTOR (o lectores, según se prefiera) para distribuir las diferentes partes de la oración, permitiendo la participación del mayor número de personas. Los demás participarán con sus respuestas, cantando o haciendo peticiones.
Las velas correspondientes a los TRES domingos anteriores deben encenderse antes de iniciar la oración familiar. Luego, en el momento indicado durante la liturgia, uno de los participantes encenderá la CUARTA y última vela.
Es recomendable revisar el texto de la oración con antelación. Una vez que todo esté debidamente coordinado, se procede a iniciar la oración que se presenta a continuación.
(Comienza la oración) TODOS:
En el nombre del Creador, del Salvador y del Espíritu Divino. Amén.
MONITOR: Nuestra ayuda viene del Ser Supremo.
TODOS:
Quien formó el firmamento y la tierra.
MONITOR: Alegrémonos, pues el Ser Supremo está próximo a nosotros y viene a brindarnos la salvación. La espera llega a su fin, por lo tanto, hoy encenderemos la cuarta y última vela de nuestra corona. Que este símbolo nos recuerde la cercanía de la venida del Señor Jesús. ¡El Ser Supremo Encarnado viene a reconciliar los corazones y estamos llenos de alegría! ¡La esperanza se fortalece! Comencemos la oración de esta semana entonando MORADA DE LA LUZ (o cualquier otro canto apropiado).
TODOS CANTAN:
CELEBREMOS JUNTOS CON LA VIRGEN MARÍA, PORQUE ESTÁBAMOS ENVUELTOS EN OSCURIDAD Y NOS DIO A LUZ LA LUZ DEL DÍA, PORQUE ESTÁBAMOS ABATIDOS Y NOS BRINDÓ LA ALEGRÍA.
- Mujer tan serena y exaltada, ahora más brillante que el astro rey, acoges en tu seno al mismo Creador, a quien es tu Hacedor.
- Lo que Eva en una tarde enigmática buscando nos arrebató, Tú, Madre, lo restauras floreciente en el fruto redentor.
- Tú que eres la hermosa puerta del Supremo Rey, Morada de la Luz, abriste para nosotros la puerta de los cielos al regalarnos a Jesús.
LECTOR:
Lectura extraída del Evangelio según San Lucas: En aquellos días, María partió y se dirigió sin demora a una localidad en la montaña de Judá. Al entrar en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. Apenas Isabel escuchó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Bendita tú entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. ¡Feliz tú por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor!».
María entonces dijo: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador, porque Él ha mirado con bondad la humildad de su sierva. De ahora en adelante, todas las generaciones me llamarán dichosa, porque el Todopoderoso ha hecho grandes cosas en mí: ¡su Nombre es santo!» (Lc 1, 39-49).
MONITOR:
La presencia del Señor Jesús entre nosotros nos colma de alegría y regocijo. Es la Madre quien nos lo acerca; es Ella quien refleja la Luz de su Hijo y permite que esta alcance hasta nosotros, iluminando nuestros caminos. En compañía de Santa María, encendamos la última vela de nuestra corona de Adviento mientras entonamos HOY SE ENCIENDE UNA LLAMA (o cualquier otro canto apropiado):
TODOS CANTAN:
(Un participante enciende la cuarta vela mientras se canta, preferiblemente durante la cuarta estrofa)*
HOY BRILLA UNA NUEVA LUZ EN LA CORONA DE ADVIENTO, QUE NUESTRA ESPERANZA ILUMINE EN LOS CORAZONES DESPIERTOS Y AL CALOR DE LA MADRE RECORRAMOS ESTE TIEMPO.
Un primer astro se enciende
anunciando al Soberano que llega
preparad vuestros corazones,
allanad los senderos.
Crecen nuestras expectativas al ver
la segunda luz emerger.
Como suave rocío vendrá
el Mesías convertido en Niño.
Nuestra alegría hoy desea cantar
al contemplar tres astros brillar
con María aguardamos al Niño
con júbilo.
Las sombras se disipan al ver*
cuatro llamas resplandecer
la gloria está próxima
eleven sus corazones.
MONITOR:
Elevemos ahora nuestras plegarias a Dios, recurriendo a la intercesión de la Virgen María. Respondamos después de cada petición: POR INTERCESIÓN DE TU MADRE, ESCÚCHANOS SEÑOR.
(Peticiones espontáneas)
Recemos ahora un Padrenuestro, un Avemaría y Gloria.
MONITOR:
Oremos. Padre compasivo, que decidiste que tu Hijo se encarnara en el seno de Santa María Virgen, atiende nuestras súplicas y otórganos tu gracia para que sepamos recibir al Señor Jesús, tu Hijo, que contigo vive y reina en comunión con el Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
TODOS:
Amén.
TODOS:
En el nombre del Creador, del Salvador y del Espíritu Divino. Amén.
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