Con la Solemnidad del Espíritu Santo (Pentecostés) acercándose, celebrada este año el domingo 19 de mayo, es un buen momento para reflexionar sobre los dones y frutos del Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, y cómo pueden manifestarse en nuestras vidas.
Los dones del Espíritu Santo
El Catecismo de la Iglesia Católica describe los dones del Espíritu Santo como «disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo», apoyando la vida moral del cristiano y perfeccionando las virtudes de quienes los reciben.
Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
- Sabiduría: Permite contemplar las cosas eternas y deleitarse en la verdad divina, que es Dios.
- Entendimiento: Facilita la comprensión de las verdades y misterios de la fe.
- Consejo: Ayuda a discernir lo que es mejor para la gloria de Dios y el bien del prójimo.
- Fortaleza: Inspira valor y aliento para mantener la fidelidad a la ley divina.
- Ciencia: Permite juzgar correctamente y utilizar bien los dones del Señor.
- Piedad: Fomenta un corazón confiado en Dios y compasivo hacia el prójimo.
- Temor de Dios: Inspira reverencia a Dios y temor de ofenderle.
Santo Tomás de Aquino nos recuerda la importancia de la caridad al afirmar: “Conviene no olvidar que aunque uno posea todos los dones del Espíritu Santo, sin caridad no tiene vida… Por más que a un cadáver se le vista de oro y piedras preciosas, cadáver sigue”.
Los frutos del Espíritu Santo
El Catecismo de la Iglesia Católica define los frutos del Espíritu Santo como «perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna».
Tradicionalmente, se enumeran doce frutos: caridad (amor), paz, gozo (alegría), paciencia, longanimidad (generosidad, constancia), bondad, benignidad (compasión, afabilidad), mansedumbre (docilidad), fidelidad, modestia, continencia (dominio de sí) y castidad.
San Pablo menciona varios de estos frutos en su carta a los Gálatas. El Papa Francisco sugiere un ejercicio espiritual: “Leer la lista de San Pablo y mirar la propia conducta, para ver si se corresponde, si nuestra vida es realmente según el Espíritu Santo, si lleva estos frutos”. Los tres primeros frutos, amor, paz y alegría, son indicadores clave de una vida guiada por el Espíritu Santo.
San Pablo también advierte contra las obras de la carne, que son contrarias a los frutos del Espíritu. Enumera actos como fornicación, impureza, idolatría, enemistades y peleas, entre otros, y advierte que quienes practican tales cosas no poseerán el Reino de Dios.
Reflexionar sobre estos dones y frutos es una invitación a abrirnos al Espíritu Santo y permitir que su acción transforme nuestra vida, guiándonos hacia una mayor santidad y una relación más profunda con Dios y con los demás.
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