Santos Hilario y Taciano fueron mártires cristianos del siglo III en Aquilea, Italia. Hilario, educado desde su infancia en el cristianismo, se dedicó al estudio de las Sagradas Escrituras, renunciando al comercio mundano. Fue ordenado diácono y posteriormente consagrado obispo, gobernando con sabiduría y prudencia a su comunidad. Taciano, su discípulo, fue ordenado diácono para asistirle en su ministerio.
Durante el consulado de Tuscus y Anulinus, el césar Numerino promulgó un edicto que obligaba a los cristianos a adorar a los ídolos. A instigación de un sacerdote pagano, Hilario y Taciano fueron los primeros en comparecer ante el prefecto Beronio. Aunque el prefecto intentó doblegar al obispo con amenazas, Hilario se mantuvo firme en su fe. Entonces, Beronio ordenó que lo despojaran de sus ropas y lo azotaran con varas. Después, lo extendieron en el potro y desgarraron sus costados con garfios hasta que sus entrañas quedaron expuestas. Posteriormente, fue encarcelado para aplicarle más tormentos.
Al día siguiente, Taciano fue denunciado ante el prefecto. Todas las tentativas para hacerle sacrificar a los dioses fueron infructuosas, aplicándole los mismos tormentos que a Hilario. Una terrible tormenta se desencadenó en la ciudad, infundiendo espanto a los paganos de Aquilea. Entonces, Beronio ordenó que los decapitaran a petición de los sacerdotes de los ídolos. Con ellos, fueron inmolados otros cristianos que también habían sido detenidos por el nombre de Cristo.
Las reliquias de Hilario y Taciano, inicialmente guardadas en Aquilea, fueron trasladadas a Grado por temor a los longobardos. Se les dedicó una iglesia, que posteriormente se convirtió en catedral, en la ciudad de Gorizia, de la cual son patronos.
La Iglesia Católica conmemora a estos santos mártires el 16 de marzo, recordando su valentía y firmeza en la fe durante tiempos de persecución.
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