El 12 de marzo recordamos a San Maximiliano de Tebessa, un joven cristiano que, con solo 21 años, dio su vida por mantenerse fiel a Cristo. Su historia es una de las más impactantes de los primeros mártires, dejando un testimonio de valentía y fe inquebrantable.
Su martirio
En el año 295 d.C., durante la persecución del Imperio Romano, Maximiliano fue llamado a filas para unirse al ejército. Sin embargo, ante el juez declaró: «Soy cristiano y no puedo ser soldado». Para él, servir en el ejército iba en contra de su fe y de los mandamientos de Dios.
A pesar de las amenazas de tortura y muerte, se mantuvo firme en su decisión. Con alegría y alabanzas recibió la sentencia de decapitación, sorprendiendo a sus verdugos. Mientras era llevado al lugar de ejecución, dirigió unas últimas palabras a los cristianos:
«Amados hermanos, apresúrense a alcanzar la visión de Dios y a merecer una corona como la mía».
Su padre, lejos de entristecerse, agradeció a Dios por haberle dado un hijo tan fiel y valiente, y no tardó mucho en seguirlo al cielo.
Un testimonio que perdura
La historia de San Maximiliano está documentada en un valioso texto conocido como su Pasión, uno de los registros más antiguos sobre el martirio de un cristiano. Su vida sigue siendo una inspiración para todos los que enfrentan pruebas por defender su fe.
Que su ejemplo nos anime a vivir con valentía y fidelidad a Cristo en todo momento.
San Maximiliano, intercede por nosotros.
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