Cada 4 de marzo, la Iglesia recuerda a San Casimiro de Polonia, un príncipe que prefirió la santidad sobre los lujos del poder y nos dejó un legado de amor a Dios y a los más necesitados.
Su Vida y Virtud
San Casimiro nació el 3 de octubre de 1458 en Cracovia, Polonia, siendo hijo del rey Casimiro IV y de Isabel de Austria. A pesar de crecer en un ambiente de riqueza y poder, eligió llevar una vida de oración, humildad y servicio. Desde joven, destacó por su devoción profunda a la Virgen María y por su caridad con los pobres.
Aunque su familia quiso que asumiera responsabilidades políticas y militares, él rechazó cualquier ambición terrenal, prefiriendo dedicarse a la fe y al servicio del pueblo.
Un Corazón Entregado a Dios
San Casimiro practicó la castidad, la penitencia y la oración constante. Pasaba largas horas en la iglesia, ayunaba y ayudaba a los enfermos y necesitados, viendo en ellos el rostro de Cristo. Su amor a la Eucaristía y la Virgen María lo distinguió durante toda su vida.
Su Muerte y Santidad
Falleció el 4 de marzo de 1484, a los 25 años, debido a una grave enfermedad pulmonar. A pesar de su corta vida, su testimonio dejó una huella imborrable en Polonia y Lituania. Fue canonizado en 1521 y es patrono de Polonia y Lituania.
Su Legado Espiritual
San Casimiro nos enseña que la verdadera grandeza no está en la riqueza ni en el poder, sino en la entrega a Dios y al prójimo. Su vida nos anima a vivir la fe con convicción, a confiar en la intercesión de la Virgen María y a buscar la santidad en lo cotidiano.
San Casimiro de Polonia, intercede por nosotros para que sepamos vivir con fe, humildad y amor a Dios.
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