Hoy recordamos a la Beata María Caridad Brader (1860-1943), una valiente religiosa suiza que dedicó su vida a la evangelización y al servicio de los más necesitados. Su testimonio de fe y caridad sigue inspirando a la Iglesia y a quienes buscan vivir el Evangelio con generosidad.
Una vida consagrada a Dios
Nació el 14 de agosto de 1860 en Kaltbrunn, Suiza. Desde muy joven sintió el llamado a la vida religiosa y, en 1880, ingresó en el monasterio franciscano de María Auxiliadora en Altstätten. Su deseo de llevar la luz del Evangelio a otros la llevó a responder al llamado misionero.
Misión en América Latina
En 1893, partió a Ecuador con un grupo de religiosas para servir en las misiones. Más tarde, se trasladó a Colombia, donde fundó en 1894 la Congregación de Franciscanas de María Inmaculada, dedicada a la educación, la atención a los pobres y la evangelización en comunidades indígenas y rurales.
Su legado de amor y entrega
A lo largo de su vida, la Madre Caridad Brader promovió el amor a la Eucaristía, la oración y el servicio a los demás. Su labor dejó una huella imborrable en Colombia, donde su congregación sigue activa en la educación y la asistencia social.
Partió a la Casa del Padre el 27 de febrero de 1943, dejando un testimonio de fe inquebrantable y amor incondicional. Fue beatificada por San Juan Pablo II el 23 de marzo de 2003, reconociendo su santidad y su dedicación a los más vulnerables.
Un ejemplo de santidad y misión
«Amemos a Dios con todo nuestro ser y sirvámoslo con alegría en los hermanos más necesitados.» – Beata María Caridad Brader
Pidamos su intercesión para que, como ella, podamos vivir nuestra fe con generosidad y amor misionero.
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